sábado, 1 de diciembre de 2012

Presentación



Peculiar Travel está pensado para ser un diario de viaje donde contar no sólo las experiencias vividas en los viajes que he realizado, sino también las emociones, el aprendizaje y “la cura” psicológica que me han proporcionado los mismos.

Es cierto que viajar es bueno para muchas cosas; lo es desde el momento en que te hace salir de tu entorno habitual, ya que solamente cuando viajas te das cuenta de lo rígido y hermético que puede resultar ese entorno, y sólo saliendo fuera puedes abrir tu mente conociendo otras realidades, otros mundos que contribuyan a aportarnos, además, cultura, tolerancia y madurez.
Viajar es bueno, por la tanto, para la salud mental, pero también lo es para los sentidos y las emociones, que se atrofian, en buena parte, al estancarse en ese entorno al que antes me refería.

En los viajes los sentidos se estimulan hasta límites insospechados, llegando a conocer y retener en la memoria lugares que se identifican de forma inmediata por las fotografías mentales que los ojos han captado de ellos, por el olor que desprende una determinada ciudad o por los sabores que se han podido descubrir aquí y allá.

Pero los viajes también son muy importantes para las emociones. La primera vez qué salí al extranjero fue a Roma. Sí, estaba eufórica y llena de ilusión porque por fin iba a conocer por mi misma aquel "museo de arte” y de “historia” que es la ciudad entera.

Fue precisamente desde el punto de vista emocional, cuando más me sorprendí en Roma, ya que hubo una imagen en particular que se me quedó grabada en la memoria de manera especial. Fue contemplar dentro de la Basílica de San Pedro a una chica, una turista más de los cientos que nos encontrábamos en ese momento en el interior de la misma que, agarrada a un pasamanos con fuerza para que nadie le quitara su sitio preferente, observaba la imagen de la estatua de "La Pietá" de Miguel Ángel con absoluta devoción, mientras se le derramaban lágrimas a raudales. Me impactó ese momento porque recuerdo que pensé "qué sensibilidad hay que tener para que, al contemplar una imagen, te produzca esas sensaciones tan profundas. Yo no soy capaz de sentir eso, a pesar de que es espectacularmente bella la obra”; poco a poco, a medida que he ido viajando y conociendo lugares, personas y obras, he ido desarrollando mi propia sensibilidad. Comprendí que no a todo el mundo le afectan las cosas de la misma manera y con la misma intensidad. Cada uno tiene que encontrar su "pequeño síndrome de Stendhal" desde el punto de vista de la reacción romántica que te provoca tanta acumulación de belleza, algo o alguien que con sólo la contemplación o el roce te transmita ese tipo de sensaciones y emociones.


                                         *La Pietá de Miguel Angel



En cuanto a mí, después de todos los viajes que he realizado, he experimentado sólo en dos ocasiones (hasta el momento) algún síntoma del síndrome de Stendhal. Una más bonita, emotiva y liviana y la otra más literal y dura.

La primera me ocurrió durante la visita a la ciudad turca de Kusadasi, que la explicaré en el primer artículo de este blog, mientras que la segunda me ocurrió en la cripta de los Reyes del Monasterio del Escorial.

La cripta -también llamado Panteón de los Reyes- es un lugar dentro del Escorial que alberga las tumbas de reyes, reinas, madre de reyes y consortes de las dinastías de Los Austrias y los Borbones, excepto Felipe V, enterrado en el palacio Real de la Granja, Fernando VI en el convento de las Salesas. También Amadeo I de Saboya, que se encuentra en la Basílica de Turín y José Bonaparte que está enterrado en “Les Invalides” de París. Tampoco se encuentran aquí los Reyes Católicos, Juana I y Felipe I, enterrados en la capilla Real de Granada.

Para acceder a la cripta hay que bajar una escalera de mármol blanco. Al final se accede a una sala redonda, bastante pequeña, por cierto, que alberga 26 sepulcros de mármol. Estando allí abajo empecé a leer los nombres de los sepulcros: Felipe II, Carlos I, Felipe III, Felipe IV… ¡puf! Fernando VII, Isabel II… ¡madre mía! Alfonso XII, Alfonso XIII…para, para. Tuve que dejar de leer porque el pulso se me iba acelerando; un sudor frío me iba envolviendo al mismo tiempo que un mareo inminente me iba atrapando. Sólo fueron unos segundos, me salí un poco fuera y cogí aire, todo volvió a la normalidad.

Aquello que me ocurrió fue una reacción al bloqueo mental que me produjo ver tantísima historia allí metida. Pensar que esos sepulcros contenían los huesos de personajes tan importantes, que tanto hemos estudiado en los libros de texto, que tanto hemos leído los amantes de la historia… Estos personajes que siempre han residido en mi mundo imaginario cobraban, de pronto, vida real y auténtica. Fue un choque brutal que me produjo ese bloqueo del que os hablaba. Como decía antes, sólo fueron unos segundos. Al superarlos pude disfrutar de aquel lugar, tan bello y regio. 



Vista aérea del Monasterio del Escorial


Altar del Panteón de los reyes. A los lados se pueden ver los sepulcros


Todo esto que acabo de comentaros, aderezado con fotografías, anécdotas, leyendas y un poquito de historia es lo que quiero plasmar en este blog para acercar, no solo a los clientes de nuestra web www.turexey.com, sino a cualquier persona, a lugares que a lo mejor conocéis o quizás no, pero, sobre todo, lo que pretendo es transmitiros ganas e ilusión por viajar... ¡ilusión por vivir!, tal y como reza nuestro slogan, para que podáis experimentar vuestras propias experiencias, sentir vuestras propias emociones y, si es posible, vuestro propio síndrome de Stendhal.


¡BIENVENIDOS!
 














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